Todos los días a la misma hora, el tedioso ruido del rodaje de acero, me perforaba los oídos. Esa noche no había sido igual. La música sacaba ventaja, un clásico sonando, los acordes se dibujaban como un pentagrama de colores. Primer vagón, segundo asiento y el viaje más largo en cuatro estaciones. Desapareció el impacto visual y la oscuridad abrió camino a un túnel de pensamientos, sueños suspendidos. Hasta que la presencia de ese ser, invadió el espacio de luz. Se detuvo la marcha, vi por primera vez pasar la vida en cinematografía. Al llegar algo de golpe me despertó, todos los sonidos volvieron a la normalidad de la noche. No fue cualquier noche. Como bien dije al comenzar. Cuando abrí mi mano, encontré una pluma, el mensaje ya había sido predestinado.
Afuera de todo tiempo, un cielo estrellado.