El insolente más insolente de todos los insolentes, quien llevo la Argentina a cada rincón del Planeta, un embajador redondo. Él metió la mano de dios a los ingleses y nos devolvió un pedacito de dignidad. Él no calló ante nadie, espejo de millones que no quieren verse. Qué fácil es juzgar al otro, mientras en tu ropero, debes de tener escondida muchas piedras. Pocos hombres y mujeres reconocen sus errores, dejando en descubierto la hipocresía de otros miles de hombres y mujeres que se creen santos y santas. Él nos dio más de cuarenta años de felicidad. Él es pueblo, el Dios más sucio y más humano de los Dioses, como dijo Galeano.
Aun en mi garganta hay un nudo doloroso, y mis ojos siguen empañados. Y
recuerdo la noche que fui a presenciar en la Bombonera el partido de BOCA-LANUS, él ya no jugaba, pero cuando entro al estadio, el grito, el movimiento de los tablones,
la energía y vuelvo a recordar en mi piel, la sensación que quedo tatuada, de
esa energía que solo alguien que ama puede producir, porque digan lo que digan
el amo por sobre todo a su gente, “el pueblo”, y la argentina.
Ole, ole, ole Diegoooo, Diegoooo,
Ole, ole, ole, Diegoooo Diegoooo
Ole, ole, ole, Diegoooo Diegoooo
Ole, ole, ole, Diegoooo Diegoooo
Hasta desde el cielo, él nos puso de patas pa arriba a todos en esta
pandemia.
Ole, ole, ole Diegoooo, Diegoooo,
Ole, ole, ole, Diegoooo Diegoooo
Ole, ole, ole, Diegoooo Diegoooo
Ole, ole, ole, Diegoooo Diegoooo