Carlos despertó de golpe, con un insondable dolor en el pecho. Las gotas de transpiración fría se apoderaron de su cuerpo entero. En la habitación reinaba un silencio sepulcral, sin embargo, su cabeza, estaba llena de voces. Dio un respiro para recobrar el aire, miro inmediatamente a su lado, su esposa dormía plácidamente. Con suavidad se deslizo por las mantas para no despertarla. Fue a la habitación de su pequeña hija, recorrió la casa, al comprobar que todo esta bien, insistió en conciliar el sueño.
Llego la mañana como tantas otras, la familia estaba amaneciendo con su ritmo cotidiano. Dejo sin efecto lo sucedido, pensando que solo había sido un mal sueño.
Zapare, es un pueblo tranquilo; aunque no es tenido en cuenta, olvidaron dibujarlo en los mapas, lo cual, no impide que sea visto, su ruta principal es camino a la Capital, parada obligatoria de los viajantes, para cargar combustible y descansar.
La casa de Carlos esta ubicada cerca de la boca del gran río, lindera con el Polideportivo y la casa de Doña Berta; frente a ella, una mansión que abarca toda la manzana, revestida por arboles muy altos, muy viejos, muy descoloridos, dan al paisaje un aspecto de desconcierto y no dejan ver mas allá de ellos. Los fines de semana llega un auto que desaparece entre los arboles y se le suele ver los lunes al partir.
Carlos, su esposa Vilma y la pequeña Lucy, disfrutan de su hogar. Cada fin de semana reciben la visita de familiares y amigos, hacen del jardín un lugar de encuentro. Doña Berta, fue invitada en mas de una oportunidad. Los grandes tienen entretenidas tertulias alrededor de la mesa, mientras los pequeños corretean entre las hamacas y juegos del parque. ¡Todo va bien!...
Una noche, estallo una gran tormenta sobre el pueblo. El gris cada vez mas oscuro y el aire mas espeso. Esa noche después de la cena, Vilma recostó a la pequeña, fue por café, que llevo junto a su marido. El lo saboreaba cómodamente en el sillón, mientras Vilma sentada en el brazo del mismo, acariciaba su cabello. ¡Un apagón! y repentinamente, el grito y posterior llanto de Lucy. Saltaron ambos por el aire, corrieron a su encuentro. Entre balbuceos la pequeña intentaba hablar sobre la nena. ¿Qué nena? Pregunto Vilma, mientras Carlos, trata de tranquilizarlas. Solo ha sido una pesadilla.
En las sucesivas noches, Lucy despertaba por las madrugada envuelta en llanto, pidiendo por su madre. Vilma corre a su lado, la toma, la abraza y ya no quiere dormir. Lucy repite, ¡Mira la nena!¡Mira la nena!... Vilma, trata de calmarla, mientras le susurra, no hay nadie mi querida. Si mami, la nena quiere llevarme, juega en la hamaca. Cuando Lucy pudo al fin amigarse con el sueño. Vilma, reviso las ventanas y se sorprendió al ver la hamaca columpiándose rápidamente.
No cesaron las noches de llanto, ni la nena, ni la hamaca y el ruido sombrío del viento. Lucy comenzó a perder peso y color, la preocupación de los padres no menguo ni con la venida del medico del pueblo.
Una tarde, Doña Berta llamo a la puerta, enterada ya de la dolencia de Lucy, pidió hablar con ambos. Temo por los acontecimientos, tendré que sugerirles que dejen la casa, para recuperar la salud de vuestra hija.
Ambos se miraron sin comprender, pero escucharon atentamente el relato de la anciana.
Hace unos años, vivía en esta casa una pareja con su hija. Todas las noches cuando la familia dormía, una sombra de mujer envuelta en destellos naranjas y negros se le aparecían al hombre. El no creyó. Suponía que solo era una pesadilla que pronto terminaría. Esa imagen, sombra, o lo que fuere, en principio solo movía sus objetos personales. Pero cada vez, fue peor en peor, la sombra se adentro cada vez mas, comenzó a escucharla y creyó enloquecer, los médicos decían que estaba en su sano juicio. Una noche despertó justo, cuando la sombra se disponía del lado de su esposa. Una advertencia, que el no hizo caso. La noche del 31 de octubre, ocurrió lo inesperado. Un estruendo bajo del cielo furioso, fue lo ultimo que se escucho.
La policía encontró al matrimonio desangrado en su alcoba. Dicen que fue un rayo, de la nena no hubo rastro. Jamás la encontraron. Siempre tuve mis sospechas en la mujer que vive en la mansión, sin ninguna certeza, la llaman la bruja de Zapare.
Carlos y Vilma, sin creer que estas cosas sucedían, dieron crédito al relato de la anciana. Carlos recordó la madrugada que despertó sobresaltado, envuelto en sudor y las voces que le aturdían. Un escozor le corrió en ese mismo instante. Sin esperar mas, esa misma noche decidieron marcharse. La pequeña Lucy insistía en que la nena la quería llevar. Doña Berta se quedo hasta que cargaron todo en el auto, la abrazaron al despedirse y se marcharon.
Cuando el auto se perdió de su visión, volvió sobre sus pasos...un lamento la detuvo, el escalofriante sonido subió al cuerpo de la anciana. Miro la casa, la nena y la sombra de la mujer, estaban ahí, riendo a carcajadas...¡sigues tu!.
Dicen los pobladores que los días de tormenta desde la mansión se escucha la risa de una nena, la voz de una mujer y el lánguido lamento de una anciana.
Cuelga un cartel en la casita.
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