Esa infinidad de gotas que veo agrupadas a la ventana, son las que me anuncian que afuera el frío se ha instalado. Me acerco despacio, me apoyo en uno de sus lados y veo. Veo un cielo blanco, parece nieve, recuerdo; la única vez que vi nevar apenas alcanzaba la ventana del comedor de la casa de mis padres, por suerte el taburete del tablero de dibujo de mi papá, me puso a la altura del paisaje. Afuera, unos niños juegan con la nieve. Me pregunto, porque yo no estaba ahí. Pero el silbido de la cocina me devuelve al presente. Cierto es, que puse la pava para prepararme un café. Me gusta batido, la cuchara me pierde en ese tiempo que parece dejarnos fuera, unas palabras impertinentes se presentan, esas pavadas que a veces nos decimos. Vienen así de la nada y me encuentro sonriendo estúpidamente. Te estoy pensando. Y sin que nadie me vea, yo levanto la vista, por miedo a estar descubierta. La pregunta sin respuesta. ¿Me pensaras?
Tomo a Mankell y al café que humea rico, me acomodo en mi sillón. Afuera, seguramente que la niña del taburete, esta jugando, adentro esta mujer, que intenta distraerse leyendo mientras tú te cuelas, con esas pavadas, esas pavadas que a veces nos decimos…
Tomo a Mankell y al café que humea rico, me acomodo en mi sillón. Afuera, seguramente que la niña del taburete, esta jugando, adentro esta mujer, que intenta distraerse leyendo mientras tú te cuelas, con esas pavadas, esas pavadas que a veces nos decimos…