Se había sentado en la banca de la plaza, y espero con ansiedad la llegada
de sus amigas y colegas, creía fervientemente que esta reunión, daría un nuevo
giro a sus desdichados días. En las espera, pensó, en cada uno de esos momentos
vividos, los recuerdos se le alborotaron al querer salir todos juntos a la vez
¡eran tantos, y tan diverso!
“las risas, bailan alrededor de los pequeños que acompañados por sus
mayores no se sueltan de sus manos para cruzar la calle; una pelota se
desliza, después de haber golpeado en la pared al grito de un gol de
campeonato; grupos de distintos barrios venían a enfrentarse a una pelea territorial, unos empujones que se desvanecieron por el unísono sonido de un silbido al ver pasar a la
linda del barrio; ¿y la vecina del primer piso? siempre tan oportuna, ¡Vagos vayan a estudiar!; la música
de un viernes de amigos, coronando los fuegos de artificio de fin de año, vecinos
sentados en sus sillas miran el espectáculo de la renovada juventud;
madrugadas de besos apasionados y confesiones desesperadas, lágrimas de amores
que se han ido y la alegría por del nuevo vecino que se acaba de mudar”
¡Infinidad de historia, guarda la esquina del barrio!
Un puñal, fue clavado en su corazón, como en tantas otras esquinas,
compañeras y amigas, y vio a la inseguridad de cara-muerte.
Y comprendió que ya no habría más “a
la vuelta de la esquina”