Veo a través de la imaginación, humedecida, por la emoción que me habilita cada imagen, y la nostalgia donde jamás he estado.
Calles, que bien podría ser cualquier esquina del barrio de San Telmo, la Plaza San Martín, los bosques de Palermo, el Obelisco y la Avenida del Libertador.
¡OH! París, París...parece sonreír desde el amanecer hasta la medianoche de la Torre Eiffel.
¡ Déjame soñar!...que esta ciudad se le parece. Mientras tu te pierdes en la melodía del piano de los años 20, junto a la bella Zelda y Scott Fitzgerald. y Hemingway te habla de muerte y amor...
"Creo que el amor que es verdadero y real, crea una tregua con la muerte. La cobardía viene de no amor o no amar bien, que es lo mismo. Cuando el hombre que es verdadero y valiente, mira cara a cara a la muerte...como los cazadores de rinocerontes que conozco, o Belmonte...que es valiente de verdad. Porque como aman con suficiente pasión apartan a la muerte de su mente. Hasta que vuelve, como hace con todos los hombres. Y es hora de volver hacer el amor de verdad. ¡ Piénselo bien!"
Con mi pañuelo en mano, no dejo de mirarte, sentada en la butaca, deseando por unos segundos, se apodere el hechizo de la Rosa purpura del Cairo; pero tu te vas con la bella Adriana, sin siquiera advertir mi presencia.
Querido Gil, lo cierto, es esta realidad, nuestra época dorada.
Debo confesarte, que muchas veces desee, ser la protagonista de Jean Austen, y también, de alguna película de amor...
Buenos Aires, es tan bonita como París.
Y a mi, me gusta caminar bajo la lluvia...
*El fragmento, es textual de la película.
dedicada a Gil Pender.