Recuero la primera vez que me acerque al puente de la mujer, era de noche,
mágica. Como lo son las noches de verano, cerca de cualquier estanque de agua,
una brisa que revolotea cerca, te envuelve, refresca, y se respira libertad.
De lejos, es la perfecta ala de un avión, con la fuerza de ir cortando el
aire para avanzar a su destino propuesto, y; también es esa arpa, delicada, dulce
y melodiosa, que te acobija entre sus cuerdas, y te anima a seguir con paso firme.
De ese modo, comencé a transitarlo, con paso firme, al mismo tiempo
tranquilo, sobresaltaron momentos vividos, imágenes del pasado, de otros
tiempos y también de otras gentes, que de alguna manera fueron, serán, un
puente, y este, tiene la historia que cualquier mujer quiera representar.
¿Qué sería del mundo? La madre como puente, ese hilo que va conectando con
las primeras sensaciones, la maestra, puente entre las primeras letras en un
pizarrón, “alta en el cielo”, loas a la bandera que te hace sentir parte de la
patria donde naciste.
El primer beso, puente de ir conociendo al amor; las risas y los cómplices,
que serán nuestras amigas que transitarán por el puente de la vida, entre ese
niña- adolescente a la adultez, y todos los puentes del mundo que se nos
cruzarán en el camino.
Mujeres aguerridas que a su manera y sin conocerlas, conociéndolas, marcaron
algunos girones que hoy, leo, y a veces consulto, María Elena Walsh “el reino
del revés” con apenas unos años, y después han llegado tantas que me siento
agradecida, Gioconda Belli, Isabel Allende, María Dueñas, Florencia Bonelli,
Victoria Ocampo, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik y podría seguir
enumerando, pero la lista es muy larga de las mujeres que me tejieron muy en
mis entrañas el amor por las letras…
Y solo deseo, que el puente que me traslade de este mundo al otro, tan
conocido por su existencia y tan desconocido, que sin dudas llegaremos, sea
amable conmigo.