Subió los escalones con mucha
ansiedad, los contó uno por uno hasta llegar a los dos mil, respiraba pausado
para que los nervios no dejaran entrar ningún pensamiento negativo. Al llegar,
una mirada amena le señalo que se acercara. Mientras se colocaba las botas, la
ropa de abrigo y los guantes, comenzaron a controlar los cordinos, las bandas,
las cintas de anclajes y la vela. Cuando todo estuvo en su punto justo, le
invitaron a sentarse en la silla donde le pasaron los arneses. ¿Estas listo? Le
pregunto el instructor, si, respondió el.
Desde niño había sufrido de vértigo,
ninguna terapia lo ayudo a superarlo hasta que vio la sonrisa de su hijo que le
dijo: “eres mi héroe papá”.
Desde ese momento sintió que su
vuelo había llegado a lo más alto que puede aspirar un hombre.
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