El frío, seco, invadió
mi espacio, al mismo tiempo que unos rayos de luz tibia, respetables,
embrujaron mis ojos que a medio cerrar se dejaron llevar por ese mágico momento.
Me sentí adormecida, y al mismo tiempo, la claridad de todos los sonidos que a
mi alrededor existían no desaparecieron….
Allí los vi, los
espié desde esa alta montaña, mi bisabuelo y mi madre, él le hablaba,
seguramente le contaba un cuento, una fábula, o la historia: “El viejo molino”,
ella sonreía y lo observaba con profunda admiración, le vi acariciar sus bucles
rojizos de esa manera que saben hacerlos los abuelos, con ese cariño que es
diferente a todos los cariños, ese que hasta hoy esperé de ella.
Una mano se posé
en mi hombro, y una voz en susurro me dijo, “vamos querida están por cerrar”, volví
en mí y miré nuevamente la imagen y admiré su belleza sabia.