¡Cuánto amor! Dijo, mientras se sonreía. Vi como sus ojos quedaron suspendidos, vaya a saber en que imagen o fotografía de su propio recuerdo. Espere unos minutos, respetando, ese silencio, ese instante cargado de expectativa. Y le pregunto a Marina, por la magia. Ella sin dejar ese lugar, que parecía tenerla feliz, comienza hablar…
Estábamos con algunas amigas en el bar, cuando llego mi amigo Luis. El muy celestino como es su costumbre, me presento a Mariano. En ese acercamiento, no se, era, es tan agraciado.
Cada cual de momento estaba transitando su separación, con todos los chifletes de la coyuntura. ¡Te imaginas! Nos dimos cuenta de que era mejor irnos de ambos antes de acercarnos. Mariano no estaba en busca de ninguna mujer, ni yo de un hombre.
Éramos tan jóvenes. Nos vimos dos años después.
Dentro del canto bar, apoyada en la pausa de la escalera con Ceni, lo veo llegar. Todo un personaje que me obnubila, nos miramos como recalcándonos. Estalla el glamour y toda la purpurina. La conquista anclada en dos, caricias, todo era tan bonito que me sentía desvariar. Esa noche me dejo en casa y en ese chau, chau, que se hizo otro día, y otros que se multiplicaron en muchos otros. Nos fuimos enredando.
Le guste en todos lados, todos los lados, y en cada lado. Lo cautive con mis olores, olores sexuales, olores de piel, hasta con mis más apetitosos olores intelectuales. Después vino la locura divina, una historia de amor. Las cosas que hacíamos para estar, poseídos por la ansiedad, las ganas, el deseo, en cualquier lado…me conoció en todo mi esplendor de mujer y en los roles de la vida diaria.
Nunca nos dejamos, vivimos apasionadamente muchas historias subidos en una locomotora emocional, recorriendo nuestros propios caminos. No nos parecíamos en nada, mas, nuestras vidas son totalmente opuestas. Y así estábamos…totalmente locos, totalmente enganchados…
Y dieciocho años después…bailamos en cada encuentro.
dedicado a mi amiga de la vida, Sandra.