Mi abuela Pierina desembarco una
mañana de agosto con apenas 14 años de niñez y muchos de sufrimiento por tener
que dejar su tierra. La bondad de la juventud la lleno de ilusión y se permitió,
soñar. Su voz de soprano, pronto se
hizo escuchar en toda la tierra bendita de un pueblo con aspiraciones de
ciudad. Su madre le enseño todas las actividades que una buena mujer debía
tener, cocinar, coser, bordar y callar, hasta la enseñanza oficial
rudimentaria. Trabajar junto a los suyos debía ser su prioridad para el
sustento diario de su pequeña y humilde familia.
Por esos días una compañía de
zarzuela de la gran ciudad, estaba de paso por el pueblo, hospedados a unos pasos de la casa donde vivía
Pierina. Un joven de buen talante la escucho una tarde, tan cautivado quedo con
su bella voz, que invito a la familia a la representación.
La fiesta siguió entrada la madrugada, bailar fue el mejor de los acercamientos a una promesa de amor que se les prendió a sus corazones.
La fiesta siguió entrada la madrugada, bailar fue el mejor de los acercamientos a una promesa de amor que se les prendió a sus corazones.
A el le fue negado el pedido de
llevarla, no estaba bien visto que una niña se convirtiera en una publica
actriz. Ante la deshonra, fue comprometida en matrimonio con un argentino
pudiente veinte años mayor que ella.
Ni su sufrimiento, ni su futuro prometedor como cantante, y las suplicas desesperada torcieron el corazón de su madre.
Ni su sufrimiento, ni su futuro prometedor como cantante, y las suplicas desesperada torcieron el corazón de su madre.
Por muchos años ella hablo de un
mar, de un barco, y el suspiro se le escapaba por los brotes de las arrugas que
iban desencadenando el futuro. Pero antes de morir, tomada de mi pequeña mano, puede ver como sus ojos subían hasta un cuadro inexistente, donde el mar
inquieto agitaba los corazones en un barco que partió segundos después y la
escuche balbucear: "piano, piano si va lontano".