Imagen: Katie Watersell
Hubo unos años ciegos, el
dolor fue tan profundo, que no pude hacer más que intentar que el silencio de
esas paredes, llenas de mensajes indescifrables, para una mente que piensa en
blanco, pudieran salir a la luz.
En el camino hubo señales,
letreros con su nombre en diferentes versiones e idiomas nuevos, dentro de esa
tecnología que no pude ver, pero estaban ahí. Esas aves de color negro,
rondando y rondando, y, aun así, no las distinguía.
La brújula interior se
puso en movimiento, abrupta e inesperadamente. Cuando el pilar de la casa
comenzó a tambalear, navegué de un lado a otro hasta que la muerte se llevó lo
que comprendí, mucho tiempo después, era la única columna que sostenía las
muchas nadas, y cedió.
La luz tardó en llegar,
ese hilo conector ya había muerto y fue cuando:
"…volví a este pueblo tratando de recomponer con tantas astillas
dispersas el espejo roto de la memoria"
La lluvia arreció varios
días, hasta que las gotas se secaron. Una pequeña luz, asomo disminuida, lenta,
dejando ver, pequeños retratos de un pasado inmediato.
Nuevamente unas lágrimas
asomaban para limpiar, el camino por el cual un ave de suave mirar señaló que
me encontraba en esa jaula, y la memoria volvió hablar.
La memoria recompuso la realidad,
el espejo es solo para peinar sabiduría, me dijo el bonito rojo. La jaula la
tienen ellos, que mareados, terminarán picoteados por la llave, de su propia
ambición.
Pronostico este presente
que me tiene viva, que el amor es lo único que nos salvará de todo lo malo que
hay en un mundo sombrío reinado por cuervos.
Metáfora: frase de
la novela:
“Crónica de una
muerte anunciada” de Gabriel García Márquez
retos propuestos por Ginebra Blonde desde su blog Variétés