Desde antes de empezar a jugar con muñecas, había descubierto un sin fin de estatuillas chiquitas, en el gran comedor. Gran comedor que solo se usaba para reuniones importantes. Su padre, lo visitaba las tardes de domingos en invierno. En el comedor diario, se encontraban las mismas estatuillas en una caja de madera. Sin previo aviso y sin permiso, los organizaba en ejércitos y jugaba un rato todos los días a la hora de la siesta, sin ser vista. Una tarde de distracción, escucho una voz detrás que le susurro, esa es la torre. Con la cara sonrojada de vergüenza se giro, no pudo contener el susto. Sabia que no pedir permiso, se pagaba muy caro. Se pagaba con la penitencia de suspender el sábado de cine del mes. Pero esta vez, su padre la tomo en brazos y se sentaron en el gran comedor. Le explico cada función de esas estatuillas de mármol. El le enseño a jugar. El la dejaba ganar. Cuando se dio cuenta, ella se empezó a enojar. Hoy recuerda, mientras organiza su ejército de tareas diarias, sin ninguna intención de ganarle al tiempo ni enojarse, pero si, deseando hacer tabla al llegar la noche...
hermoso relato, me causo cierta ternura, como un padre enseña a su hija pequeña...
ResponderEliminarbuen domingo.
saludos!
Cecy, apenas me levanté vine a la compu y es el 1° blog que visito.
ResponderEliminarMe encantó este hacer tablas para un domingo por la mañana, concuerdo con Carlos, me dio ternura.
Un beso enorme.
HD
Ahí están nuestras pequeñas estatuillas, agazapadas detrás de nosotras mismas, para saltar con sus historias ante lo cotidiano.
ResponderEliminarSomos eso que aprendimos...
Beso enorme Cecy!!!
:)
ResponderEliminarQue tierno!!!
Besos.
GRACIAS¡¡¡
ResponderEliminarJaque mate.
ResponderEliminarHola, que lindo tu blog, destila ternura y buena onda.
ResponderEliminarsaludos.
cuando quieras , jugamos una partida
ResponderEliminarva a tener que ser en España, sino, no hay trato...:)
ResponderEliminarjaque, amigo!
Hacer tablas, sin que el cuerpo llegue a ser un manojo de heridas.
ResponderEliminara mi de esas estuatillas, me gusta el alfil. es elegante, misterioso y cruza las calles en diagonal! no sé, a mi no me parece que te alcance con hacer tablas. un abrazo
ResponderEliminarBonito y tierno relato. Saludos Cecy !
ResponderEliminarMe gusta la madurez de la historia.
ResponderEliminarEl ajedrez, un juego magnifico, de leer tu entrada ya me entraron ganas de hecharme una partidita.
ResponderEliminarsaludos
Su padre supo bien claro lo que significaba enseñarla a jugar al ajedrez. Además, entre otras cosas, la enseñó estrategias que de seguro le sirven en las batallas.
ResponderEliminarBesos
Es una fortuna el llegar a la noche en tablas, visto lo que nos deparan los días.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias por pasarte, me encantó tu blog. Un beso enorme {♥}
ResponderEliminarme ha gustado esta historia de crecimiento vital, de aprendizaje, de amor paterno-filial.
ResponderEliminarMe hubiera gustado tener ese tipo de relación...
ResponderEliminar..........o°oQue
ResponderEliminar.........O....°tu
....o°°O.....o Día
...O..........O sea
....° o o o O Estupendo
Hay días en los que hay que hacer tabla y darse un respiro.
ResponderEliminarTierna forma de enseñar el juego a una niña.
Un beso Ceci.
Cecy, lindo relato el que dejas a quienes nos adentramos en tus escritos.
ResponderEliminarPlacer leerte.
Abrazo
M. Ángel
Una escena que me provoca nostalgia... tierna, muy felz.
ResponderEliminarMe encanta como escribes y de lo que escribes. Un abrazo.
Este texto es una máquina del tiempo. Me hace viajar al pasado, en los recuerdos, llenos de juegos de mesa y escondites. Un beso. Gracias por existir.
ResponderEliminarGran relato y más gratificante ver la sencillez del amor de un padre hacia una hija,esa nobleza de dejarla en cualquier cosa sentirse una hija importante es bellisima .
ResponderEliminarSaludos
No siempre lo importante es ganar, yo, a veces, también firmaría unas tablas.
ResponderEliminarHas abierto una ventanita en mis recuerdos, desde la que vuelvo a ver una escena lejana, pero muy entrañable. Gracias
ResponderEliminarUn beso.
Mi papá me enseñó a jugar al ajedrez con piezas de madera tallada. También me dejaba ganar y yo me enojaba.
ResponderEliminarA mi me gusta el peón. Despacio, sin pretensiones, podés jaquear al Rey e incluso convertirte en la pieza que más te guste.
En estos tiempos llegar a la noche en tregua no está mal, porque hay muchos vencidos cada día que se quedan como estatuas sin saber a dónde mirar.
ResponderEliminarFuerte abrazo Cecy!!!
P.D Si es en España yo también juego
Una historia muy tierna, como lo deberían ser todas en la infancia, y me ha gustado mucho.
ResponderEliminarYo aprendí a jugar tan rápido como luego lo olvidé...
Biquiños!
EXCELENTE RELATO. SIEMPRE UN GUSTO VISITARLA.
ResponderEliminarUN ABRAZO
Aun que no lo supiera empezó a ganar, en el mismo momento en que la empezó a enseñar. Ganó una intima cercanía con un padre. Un relato enternecedor, me gustó. Nos leemos, un beso.
ResponderEliminarMe trae recuerdos de las figuritas de ajedrez que hicieron mis hijos con tuercas y tornillos, mucho arte y preciosas, con ellas aprendieron a jugar al ajedrez….
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato.
Besos
tu relato me trae recuerdos de la infancia.El comedor diario era casi como un lugar de lindos encuentros. Saludos!!
ResponderEliminar¡Ay Cecy! Que relato más tierno y bonito.
ResponderEliminarMe encantó y hasta me emocioné un poquito. Besos MARINA.
Qué hermosa escena!
ResponderEliminarNo hay nada mas tierno que ver a un padre dedicándole tiempo y sabiduría a su pequeña hija.
Bellìsimo ♥
Besos!