Simona, se quedo
en silencio. Muda, diría yo, tiene la boca entreabierta y los ojos como dos
enormes globos. En definitiva, tan desconcertada como atraída por esa confesión.
Mientras...unos ojos profundos, oscurecidos por el cielo en penumbras, y la
sonrisa devastadora extremadamente atractiva, cual arma para impactar, se
volvieron para mirarla una vez más.
-
¡Serás mía, nena, esta noche
y todas las que vendrán!
la noche alumbra la casa de Sindel