Simona contemplo un buen rato a su amiga Laura, antes de contestar
a su pregunta, inesperada, en este lunes gris, húmedo y sin vida. ¡No Laura, no
tengo miedo a morir!
Las dos giraron la mirada, que se fue tras la ventana y en el ruido chirriante de las cadenas de unas hamacas, mecidas por
el viento.
Miedo tengo a no verlo jamás, a no sentir su aroma, su voz y su
manera desconocida de sonreír, le soltó al levantarse de la mesa y partir…
el miedo ronda por las palabras en casa de Sindel