Era una mañana de domingo muy parecida a esta, que se cuela en el recuerdo cada vez que el pájaro canta, su sonido agudo te traviesa el alma, como augurando algo por venir. El verano estaba en su esplendor y volver siempre significaba un cansancio extra, éramos medianamente jóvenes, y las decisiones no se planeaban, salíamos a la ruta y jugar entre las olas era nuestro objetivo, sol en la piel, fogones de guitarreada y cuando ya estábamos saciados de las noches estrelladas, emprendíamos la vuelta. Es cierto que nos vestíamos con ropas livianas de rebeldía y bailábamos al son del canto de libertad, pero eso no impedía nuestra responsabilidad de hacer las cosas bien, sobre todo manejar con cautela. Nunca creímos que el infierno se podía encontrar a la vuelta de una curva, en esa época no había tantos controles, el endemoniado ángel negro se le tiro encima, huyó y un frío silencio de luces y paredes blancas nos envolvió a todos, la herida sigue abierta y los lazos mas fuertes. El termino su carrera de abogacía, hoy sigue luchando aunque la causa este extremadamente perdida en el cajón de algún enemigo.
Su pedido fue: ponerlo en palabras.
Ponerlo en palabras me llevo muchos años.
29 de enero del 1989.
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